El mundo va mal. Somos hormigas recorriendo las ciudades buscando no perder ni un solo mínuto, andando no, corriendo, caras ajenas con las que rivalizar. Tensión. Eres anónim@, pero para la publicidad de cada marquesina eres un/a cliente conocid@. Tod@s ajen@s, tod@s lo mismo. Sientes cada mañana la desidia de levantar en un mundo que te agobia, que no entiendes, que te ha relegado a ser extrañ@ de ti mism@. Deseas seguir durmiendo en los sueños eres más feliz. No te entiendes con las otras personas con las que vives tu vida, tod@s a lo suyo y tod@s necesitando que alguien les escuche, tod@s estamos mal. Lo sabemos: estamos sol@s. Sol@s en la cárcel de ti mism@. A veces siquiera te soportas. Deshumanizad@s. Convertid@s en entes para la producción y el consumo. Presionad@s por lo que se espera de ti. Secuestrad@ por la imagen que reflejas. Intentando romper el espejo. Tod@s estamos tristes. Lo ves en tu madre, en la cara cansada de tus amig@s cuando llega el “deseado” fin de semana, en la jauría humana de los bares donde en plena catarsis social nos ahogamos en una cerveza para ser un poquito menos nosotr@s mism@s y que durante un rato te importen menos las cosas. La vida que han montado l@s capitalistas duele. Es en lo único en la que han sido igualitari@s: duele tanto que ni siquiera ell@s mism@s escapan a esa infelicidad. La vida no puede estar envuelta en plástico. Ell@s dicen que estamos enferm@s, tenemos “depresión”. Toda una humanidad enferma. Y tienen su esquema de soluciones profesionales. L@s psicólog@s, l@s psiquiatras y sus pastillas. Si de verdad quisieran ahondar en la raíz del problema por el que nos encontramos tan mal tendrían que rendirse a la idea de acabar con este mundo, si quisieran ayudarnos y terminar con nuestro problema no nos recetarían lexatin, nos recetarían pistolas.