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lunes, mayo 01, 2006

8 horas de trabajo, 8 de descanso y 8 de educación



x Iñaki Astoreka - La Haine

Qué lejano queda aquel 1º de mayo de 1886 de Chicago donde los trabajadores hacían suyo este slogan. Las jornadas eran agotadoras, entre 14 y 16 horas, sueldos miserables, ¿viviendas? en condiciones infrahumanas y una alimentación, si se puede denominar así, asquerosa.

Cuán grande fue el precio que tuvieron que pagar aquellos que se manifestaron; cinco condenas a muerte y tres cadenas perpetuas para unos anarquistas que reivindicaban unos derechos sociales que en aquella época no existían. La justificación una bomba lanzada por ¿alguien? contra la policía, lo de siempre la infiltración. Es la mejor manera de desprestigiar una causa noble y justa.

Es de justicia recordar aquellos hechos, pero no podemos vivir de la historia aunque no está de más conocerla.

Hoy en día los tiempos han cambiado. Tanto que incluso los años 1970-80 algunos los ven como muy lejanos, bien por desilusión o bien porque no habían nacido.
Los gritos de protesta en las manifestaciones "ni horas ni destajos un puesto de trabajo", parece que han quedado trasnochados. Eran tiempos donde se reclamaba un trabajo digno y una retribución justa, las ocho horas ni una más.

Es curioso hoy se siguen haciendo horas extras y destajos como en aquella época. Y cual es porqué de esta situación, muy sencillo; mientras que en los años 80 los trabajadores tenían conciencia de clase y los sindicatos se veían arrastrados por sus bases, en la actualidad existe una desmotivación por todos los pactos, convenios, reformas, etc., que se han hecho a espaldas de la clase obrera.

En Euskalherria, en el Estado Español, somos los nuevos ricos, pisos de segunda vivienda, coches lujosos, vestidos de marca, pero esta aparatosidad que podríamos considerarla como signos de una burguesía elevada no son ciertos. Somos esclavos de una capitalismo, de unas multinacionales, de una globalización que nos tiene sujetos a una silla eléctrica en sentido metafórico.

Hoy en día no tiene sentido luchar por las ocho horas de trabajo. Me explico.
Evidentemente hay dos vertientes, los que tienen asumido que para poder mantener este status antes mencionado se ven obligados a pasar por el aro y son irrecuperables y los que luchan por ello y son despedidos sistemáticamente del trabajo.

Es triste pero una realidad tangible, hoy en día la exigencia del cumplimiento de las horas de los Convenios Colectivos, es en el 99% de los casos causa de despido.
Sectores como la construcción, hostelería, metal, etc., son un claro exponente de ello. La prepotencia de patronal se ve reforzada por la escasa combatividad de los Sindicatos, preocupados las mas de las veces en mantener su burocracia sindical, por cierto subvencionada por el Estado lo cual les hace presos de una cadena con eslabones de los que difícilmente se pueden soltar.

Por otro lado se han creado dos tipos de trabajadores; de primera y segunda clase. Los primeros favorecidos entre comillas por unas reconversiones brutales y cuyos haberes corren a cargo de las arcas del Estado, no vaya a ser que sino pueda degenerar en un conflicto social y las pequeñas empresas cuyos asalariados tienen que recurrir al sálvese quien pueda.

Generalmente en estas pequeñas y medianas empresas, los propietarios han creado la figura del "gerente salvador", dotado este de un sueldo mas que generoso y cuya primera actuación es aumentar la producción al precio que sea, el despido bajo presión u otros métodos que se le ocurran. Para esto no nos hace falta este tipo de "salvadores". Ni conocen ni les preocupa el meollo de la empresa. Todos los casos son sangrantes, pero especialmente en los relacionados con los trabajos sociales, trabajos por cierto cada vez mas demandados por la sociedad, donde no se valora al trabajador, la responsabilidad que tiene y como hemos dicho y repetimos se la trae al pairo la labor que desarrollan.

Digamos que después de lo expuesto el panorama no es nada halagüeño, es cierto. Y lo que mantenemos es que no hay más que una solución. Recuperar el terreno perdido. Tenemos el ejemplo reciente de los estudiantes y trabajadores en Francia, que se han lanzado a la calle para parar una ley a todas luces draconiana y aquí nos están preparando una Reforma Laboral entre el Gobierno, la Patronal y UGT y CC.OO, que la están negociando con el cuello de su camisa, ya que nadie sabe nada de la misma.

La participación debe de ser activa, la labor continúa dentro de las posibilidades de cada uno. No olvidemos que somos trabajadores, con o sin corbata, con o sin mono de trabajo y que nosotros vendemos la fuerza de nuestro trabajo.

Debemos de recuperar el sentimiento de solidaridad entre la clase trabajadora, porque pese a lo que digan hay clases y debe de haber lucha de clases, o que se creen esos predicadores que lo niegan. ¿Acaso los niveles de pobreza no van aumentando? ¿Acaso la explotación no es cada vez mas sangrante? ¿Acaso no hay trabajadores en el mundo que son puros esclavos? Que abran bien los ojos y dejen de mirarse al ombligo.

¿Quiénes pueden modificar esta sinrazón? Todos los que quieran y estén dispuestos a ello. Jóvenes y maduros, mujeres y hombres. Hay que conseguir el reparto equitativo de la riqueza, nosotros no reivindicamos la pobreza, queremos una dignidad bien entendida y enfocada, no queremos vivir del cuento, no queremos limosnas que nos convierten en parásitos.

Evidentemente para conseguir esto hay que luchar. Hay que vivir la sociedad, sus problemas, no es posible pasar de nada, todo es política y el trabajo y la economía también. En esta sociedad las soluciones personales no tienen cabida, no existe la posibilidad individual de conseguir una emancipación. Esta solamente puede darse en la asociación con otros individuos.

La rebeldía es necesaria y no debe ser una cosa puntual. La impaciencia no es buena consejera. Deberíamos saber que no es posible cambiarlo todo de la noche a la mañana. El cambio de una sociedad no puede ser como un sarampión juvenil. En esta tarea estamos todos implicados, mujeres y hombres, grandes y chicos.

Debemos ser lo suficientemente maduros para admitir las derrotas, sobreponernos a la desmoralización La lucha debe de ser razonada, sin escuchar cantos de sirena que nos puedan lanzar a un pozo sin fondo. La sociedad no necesita de salvadores vanguardistas, sino de llegar al convenciendo de que ella es la única vanguardia.

No es más rebelde el que dice ser más radical sino el más razonable. La acción por la acción no tiene un verdadero sentido si no se transmite como autodefensa. La violencia por la violencia sin sentido ha sido siempre patrimonio del capital. Esto es demostrable a lo largo de la historia y lo es aún en la actualidad.

La rebeldía no es el acto puntual de un día donde se descargan nuestras frustraciones. No es operativo uno de trescientos sesenta y cinco días del año. La rebeldía es un acto diario, tanto en el pensamiento como en la expresión, que no forzosamente tiene que manifestarse en la calle, sino que puede servir de maduración tanto en las ideas como en la acción.

Que esta reflexión no cree un sentimiento de resignación, que sirva para aparcar las ansias de crear una sociedad mas justa, sino para que seamos consecuentes con nuestros actos y que estos sirvan para iniciar una auténtica revolución social.

Secretaría de Prensa y Propaganda - CNT Bilbao