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viernes, diciembre 01, 2006

«No vamos como víctimas, vamos con la cabeza alta a denunciar la tortura»

x Gara

La Asamblea de Torturados y Familiares ha convocado una manifestación mañana en Gasteiz en apoyo a los imputados en el sumario 15/02 y en denuncia de la tortura. Unai Romano y Jokin Zerain, y la madre de éste, María Luisa Alvarado, relatan cómo afrontan el juicio y recuerdan lo que vivieron hace cinco años.

Las calles de Gasteiz acogerán mañana, a partir de las 19.00 y saliendo del Centro Cívico Iparralde, una manifestación en solidaridad con los trece vecinos de la capital alavesa imputados en el sumario 15/02, movilización que servirá también para denunciar la tortura. Una práctica que, como destacan acusados y familiares, es la única base de este proceso judicial en el que la Fiscalía pide condenas de seis años de cárcel para cada uno de ellos.

El sumario 15/02 arranca a finales del verano de 2001, cuando en sucesivos días la Guardia Civil detuvo a diecinueve gasteiztarras, diecisiete de los cuales denunciaron haber sido torturados a manos del instituto militar. «Fue una cadena de detenciones, incomunicación, torturas, más detenciones, más torturas...», relata Unai Romano, uno de los procesados, cuyo rostro desfigurado a consecuencia del maltrato sufrido pudo verse en todas las calles de Euskal Herria.

Junto a él, Jokin Zerain, otro de los acusados, igualmente torturado, y la madre de éste, María Luisa Alvarado, recuerdan a GARA cómo vivieron aquellas angustiosas semanas, y explican con qué ánimo afrontan el juicio que se celebrará en la Audiencia Nacional los días 4 y 5 de diciembre.

«Lo pasamos muy mal». La madre de Jokin describe el sinvivir en que toda la familia se sumergió cuando tras la detención de un vecino y amigo de su hijo fueron arrestando en los días siguientes a otros amigos. «Estuvimos sin poder dormir durante tiempo, siempre pendientes del hijo, porque sabemos cómo funciona esto, que detienen a uno, y luego a otro, y a otro... hasta que al final detuvieron al hijo también».

Tanto Zerain como Romano subrayan el hecho de que «no tienen pruebas de nada» contra ellos. «Simplemente se basan en declaraciones en las que un amigo te ha podido mencionar a tí, o en las que tú mismo te has autoinculpado, pero nada más».

A modo de ejemplo, Zerain menciona que en este tiempo han cambiado hasta en tres ocasiones las imputaciones que recaían sobre varios de ellos. «A mí me acusaban de actos de kale borroka, pero eso se archivó porque no tenían pruebas y no nos podían meter mano a los cuatro o cinco acusados por este motivo. Luego nos imputaron colaboración, y finalmente nos han procesado a todos por pertenencia», detalla.

Al hablar de la tortura, coinciden en que es una práctica que «siempre se ha tratado de ocultar». Romano apunta que «es la incomunicación la que posibilita que nos tengan cinco días en sus manos, sin que nos pueda ver nadie, y que nos puedan hacer cualquier cosa».

Por ello, hace mención de «la hipocresía de ciertos partidos, que dicen estar en contra de la tortura mientras mantienen la incomunicación, que es un instrumento que ha denunciado el Relator de la ONU y numerosos organismos internacionales, y que es totalmente contrario a los derechos humanos».

El joven gasteiztarra se detiene también a explicar lo difícil que le resulta a un torturado demostrar que ha sido maltratado. Lo dice con conocimiento de causa, y tras comprobar que a pesar de la irrefutable evidencia que constituye la fotografía de su cabeza machacada por los golpes, sus denuncias han ido chocando una tras otra contra el muro erigido por la Justicia española.

Preguntados sobre si aquel retrato pudo suponer un aldabonazo para que la sociedad vasca fijara su mirada sobre este tema, Zerain opina tajante que «los que nunca han querido creer que se practica la tortura siguen igual. Hay gente que no lo quiere ver, y punto», y agrega que «pocas conciencias ha removido». Su madre señala que «la gente sabe que se tortura, lo saben los políticos y lo sabe la gente de la calle», y añade que «hablas con gente que igual no se mueve por estos ámbitos, y cuando les toca directamente es cuando dicen ‘yo no pensaba que esto fuera así, estaba en otro planeta’». «Cuando les pasa a hermanos, hijos, amigos, es cuando de verdad se dan cuenta de lo que pasa en las comisarías y se llevan las manos a la cabeza», afirma.

Sobre la base de su propia experiencia, los dos jóvenes coinciden en que «el mayor daño que te hace la tortura no es en los días en que estás en los calabozos, sino después, cuando sales de comisaría o de la cárcel». Zerain explica que «en el tiempo en que han hecho contigo lo que han querido han tocado algo en tu interior, que en determinados momentos se enciende sin que lo puedas controlar, y sientes mucho miedo».

A este respecto, narra que «a mí me detuvieron debajo de mi casa, y hoy es el día en que si voy a casa y no conozco a la persona que está en el portal me pongo muy nervioso, y la vista se me nubla. Tengo la misma sensación que tuve cuando me detuvieron».

«Es para siempre»

Romano apunta que «te crean un trauma que hay gente que lo lleva mejor y gente que lo lleva peor, pero siempre nos quedará eso dentro. El miedo de que se pueda volver a repetir, de que le pueda pasar a un familiar tuyo, a un amigo..». «No se termina de curar, es algo con lo que tenemos que aprender a convivir siempre», coincide Zerain.

En el juicio que comienza el lunes, los acusados van a tener que ver cómo sus torturadores declaran en la Sala, una experiencia a la que aún no saben cómo van a hacer frente. «Me imagino que sentiremos rabia e impotencia», vaticina Zerain, y afirma que «tiene que ser duro oír que digan que te han tratado bien los mismos que te han dado de ostias, los mismos que simulaban que te ejecutaban».

Sin embargo, subraya que «al juicio no tenemos que ir de víctimas, sino con la cabeza muy alta y a denunciar todo lo que es el entramado de la tortura y a los torturadores». En este sentido, destacan que «no queremos denunciar sólo a la Guardia Civil por torturarnos, sino a toda la red que ampara la tortura, desde el médico forense hasta el abogado de oficio que te ponen, que aun viendo cómo estás no hace nada, y a la propia Audiencia Nacional».

De cara a este juicio, los acusados y sus allegados han constituido la Asamblea de Torturados y Familiares, que en las últimas semanas ha desarrollado multitud de iniciativas, y ha cosechado adhesiones de agentes políticos, sindicales y sociales. Una labor de interlocución que valoran positivamente.

En cualquier caso, matizan que la valoración de ese apoyo deberá hacerse más adelante, «cuando veamos si los partidos que se han sumado a la denuncia de la tortura y de la Audiencia Nacional realmente dan pasos de verdad, o si es sólo una cuestión de conveniencia política». En este contexto, denuncian la actitud del Ayuntamiento de Gasteiz, que ha vetado su intento de utilizar el turno popular para hablar del sumario y de la tortura. Esta mañana, el tema será abordado en el Pleno del Parlamento de Gasteiz.

Romano, Zerain y Maldonado hacen un llamamiento a acudir a la manifestación de mañana «para demostrar que estamos contra la tortura», y para que «entre todos logremos que algún día se erradique esta práctica e incluso sentemos en el banquillo de los acusados a quienes la han permitido y los que la han practicado».-

GASTEIZ



La denuncia llegara hasta Europa

A pesar de que la imagen de su rostro deja poco lugar a la duda, Unai Romano ha visto cómo la denuncia que interpuso contra la Guardia Civil ha sido archivada en dos ocasiones.

Ahora se encuentra a la espera de que el Tribunal Supremo resuelva sobre el último recurso que interpuso su defensa. Como a otros muchos torturados, no sólo no le han hecho caso los tribunales, sino que ha visto cómo él mismo era denunciado por sus torturadores.

El joven gasteiztarra confiesa sentir «mucha rabia y mucha impotencia» al comprobar el papel desempeñado por la Justicia española, y anuncia que en el caso de que el Alto Tribunal español también dé carpetazo a su denuncia, acudirán al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. «Tenemos claro lo que pasamos en las dependencias policiales, y vamos a llegar hasta el final», relata, apuntando que «ya que en el Estado español no hay ninguna gana de esclarecer estas atrocidades, iremos a Europa».