Es curioso como pueden cambiar las cosas en cuestion de minutos. El sábado estaba de puta madre, un poco cieguilla, pero bien. Íbamos hacia el azkena después de disfrutar de la "generosidad" de nuestro queridísimo alcaide que nos deja los bares abiertos un par de horas mas los primeros findes del mes cuando, gracias a la maravillosa nieve que todo lo empapa, me resbalé y caí encima de mi pobre tobillo, con todo el peso de mi cuerpo que no es poco precisamente... Resultado: "fractura de la cabeza del peroné" o algo así. Suena muy mal pero lo peor fue cuando, con un hilillo de voz y la lagrimilla ya asomando, le pregunté a la enfermera después de que me escayolara: "¿Cuánto tiempo voy a tener que estar así?" y ella, una chica muy maja por cierto me dijo: "Pues un mes... aunque no sé que te diga el médico". Pero me sonó a un mes mínimo...
Rápidamente me vino a la cabeza: este mes no iba a ser un mes como otro cualquiera. Iba a ser un mes lleno de planes, un mes en el que íbamos a volver a la actividad de salir casi todos los findes fuera de Gasteiz (el primero, el 18 a hernani), un mes en el que pensaba encontrar curro para poder ir el último finde a Cáceres al Extremusika e incluso, llegar un poco más holgada a nuestro plan de semana santa: Chiclana de la Frontera (Cádiz, Andalucía...).
Pero resulta que estos planes se han ido todos a la basura en tan sólo un momento. Ahora no puedo evitar acordarme de la película "Corre Lola corre" que vimos en Alemania hace...pufff, muchos años. Una peli en la que cada movimiento de la protagonista tiene su importancia y hace que su "futuro" inmediato cambie. Una peli que refuerza mi teoría de que el destino no está escrito, que lo escribes con cada paso, que todo lo que hagas tiene su consecuencia a corto y/o largo plazo pero que la responsabilidad de lo que te pase es sólo tuya, aunque eso no lo puedas saber de antemano. Es imposible no comenter errores, pero es importante reconocer nuestra parte de culpa.